Cómo tejer una comunidad educativa de verdad: reflexiones de una madre



Suelo seguir con cierto interés los vídeos de la serie “Aprendemos Juntos”, promovido por El País, donde personas que son en principio gurús de la educación en diferentes ámbitos y desde distintas perspectivas, nos cuentan sus experiencias y reflexiones, en un intento de imbuir al personal de un espíritu a favor de la mejora de la educación de nuestras hijas e hijos.

Como madre de niñas en edad escolar, y como persona inquieta que me considero, me gusta escuchar a esta gente, aunque la verdad es que dicen cosas que son de sentido común. Por eso tengo que dar la razón a Sonia Díez cuando dijo que todas las personas asistentes eran expertas en educación. Porque creo que todas hemos pasado por experiencias de educación, de diferente orden y alcance, como bien dice, y además si ahora somos padres o madres, pues como que parece que volvemos a un aprendizaje.

La educación es un tema complejo. Por un lado, es una actividad continua de la persona, a la que se le da especial importancia durante la infancia y juventud. Y donde los padres y madres metemos mucha caña buscando lo mejor para nuestros hijos e hijas. Faltaría más. Por eso, el apartado académico es importante, y vuelvo a coincidir con Sonia Díez en la necesidad de motivar, impulsar y favorecer al profesorado, para su promoción profesional y el desarrollo de su creatividad.

Incluso me atrevería a ir más allá, y coger el guante de otras personas expertas en educación que también han pasado por ese foro, y que han dejado ver con claridad meridiana que cualquier espacio del centro escolar es un nodo de educación, y no sólo las sesiones académicas. Un servicio de comedor atractivo, donde comer no sea un trámite sino una oportunidad para aprender habilidades sociales; unas instalaciones deportivas donde se favorezca el deporte de una manera clara, dando un paso al frente. Por poner un par de ejemplos.

Pero cuando hablamos de educación no podemos perder de vista a otra pata fundamental a mi juicio en la comunidad educativa, como son las familias. Por un lado, somos un factor fundamental en la construcción de nuestros hijos e hijas como personas adultas. Y, por otro lado, somos clientes de las estructuras organizativas creadas para amparar el proceso educativo, es decir, somos clientes de los centros educativos.

Y ahí es donde yo quería llegar. Como madre, pero sobre todo como ciudadana, ahora que se habla tanto de participación y transparencia, echo en falta en muchas ocasiones eso, la transparencia, la comunicación fluida, la buena gestión ordenada en todos los ámbitos. Cuestiones de Perogrullo, sencillas de conseguir y con una mínima inversión, pero que reportan a buen seguro una rentabilidad a corto-medio plazo muy atractiva para cualquier centro escolar. Porque a nadie amarga un dulce, y saber que hablan bien de una pues siempre es garantía de publicidad y buena imagen. Digo yo.

Me parece fantástica la singladura que han arrancado muchos centros escolares por publicitarse, utilizando técnicas de marketing de alto nivel mediático. Captar alumnado es necesario, y más en estos tiempos. Pero además de eso, además de trabajar de cara a la galería (y me consta que algunos colegios lo hacen muy requetebién), estaría genial cuidar a la gente que ya estamos dentro del centro escolar, más que nada por retener la inversión (de nuevo, conceptos básicos de gestión y organización, no me estoy inventando nada). Porque no vale de nada traer nuevos clientes si luego la gestión interna desanima al más osado/a.

Me entusiasman las grandes ideas sobre educación. Pero me encantaría aún más que, a las grandes ideas, se sumaran los hechos, la transparencia, la comunicación, la organización, y la buena gestión. Familias, alumnado, profesorado y dirección del centro deben implicarse de manera colectiva y real en la construcción transversal y permanente de un espacio educativo general. La cuestión es si esto es posible más allá de una hora de charla, del texto de un libro, o de una entrevista en medios. La cuestión es si esto, en la práctica, puede llegar a ser una realidad de las que las familias podamos presumir. ¿Es mucho pedir en los tiempos en que vivimos? Veremos.

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