Berto y Lainoa se lanzan... no hacen lo esperado... ¡y son felices!


Érase una vez una charca donde vivía una rana enorme llamada Lainoa. La pobre rana se aburría muchísimo. La charca se había quedado vacía, ni rastro de animales, sólo la niebla y el fango la acompañaban. Lainoa se aburría. Se aburría un montón. Sus días transcurrían interminables, aburrida, aburridísima, haciendo lo que se esperaba de ella, saltar de lado a lado, sacar la lengua para comer algo de vez en cuando, y croar. Era la rana ideal, y aunque vivía sola en su charca, Lainoa era muy conocida en el bosque. Porque hacía lo que se esperaba que tenía que hacer. Lo que una rana tenía que hacer.

Una mañana de primavera, cuando se disponía a aburrirse como todas las mañanas, escuchó un ruido extraño que venía del cielo. Al levantar la vista, no daba crédito a sus ojos. Una pompa de jabón gigante surcaba el cielo, dentro de ella volaba un escarabajo acompañado de un instrumento musical extraño, y de la pompa se desprendía una música maravillosa, que hacía que Lainoa se sintiera especial.

Sintió curiosidad y alargó su lengua, pero ¡ay!, al rozar la pompa, esta explotó y el insecto, sin remedio, cayó a la charca junto con su instrumento musical.

Lainoa se acercó. No sabía si comérselo, que era lo que se esperaba de ella, o curiosear.

-          ¡Espera!- se adelantó el insecto.- No me comas, al menos, no todavía.
-          ¿Quién eres? – Preguntó Lainoa.
-          Soy Berto el escarabajo del sur.
-          Eso no puede ser. –Contestó la rana.- Los escarabajos no vuelan en pompas de jabón.
-          Bueno.- Presumió el escarabajo.- Es que yo soy especial. No tengo por qué ser como los demás escarabajos. Nunca me ha gustado hacer lo que hacen los demás escarabajos, todo el día recogiendo caca y esas cosas. ¡¡Puaj!! Prefiero viajar y conocer mundo.
-          ¿Cómo lo consigues? Preguntó Lainoa.
-          Con mi instrumento musical. Al soplarlo, creo pompas y viajo por el mundo. Estoy conociendo otros insectos, otros mundos… Incluso otras ranas.
-          ¿Otras ranas? ¿Y cómo son? ¿Hacen lo que se espera de ellas?
-          Bueno, contestó el escarabajo-No exactamente. Hay ranas que trabajan en el circo, ranas que viven en árboles, ranas que…
-          Uy, dijo Lainoa.- Eso no puede ser. No es lo que se espera de una rana. Una rana tiene que estar en su charca, aburrida y cazando moscas. Es lo que tiene que hacer.
-          Pero ¿y por qué? Preguntó extrañado el escarabajo.- Yo también pensaba eso. Un escarabajo camina despacito y recoge caca. Pero chica, a mí eso no me gusta. Prefiero irme con la música a otra parte. Además, ¿Por qué los escarabajos tenemos que recoger caca? ¿Por qué no voy a poder volar como las abejas y descubrir mundo? Si tengo la oportunidad, desde luego no voy a desperdiciarla. ¿Qué haces tú, aquí todo el día aburrida? ¿Haces lo que se supone que tienes que hacer? ¿Y por qué? ¿Porque eres verde? Anda, seguro que hay muchas cosas que te apetecería hacer.
-          Pues sí… Murmuró Lainoa casi avergonzada.- Con los saltos que doy, podría salir de la charca y cantar… siempre me ha encantado cantar, pero lo hago bajito porque… no es lo que se supone que tengo que hacer…

Berto se la quedó mirando como si hubiera tenido una gran idea.


-¡Montemos un dúo! –Exclamó.
-¿Un dúo?. Preguntó Lainoa sorprendida.
-¡Sí! Con tu voz y con mi música, y con las pompas como atrezzo, haremos lo que nunca ningún insecto ni anfibio han hecho antes, traspasaremos los límites de esta charca y daremos a conocer todo lo que sabemos hacer.
Lainoa se quedó pensativa… Pues sí, pensó… Esto de hacer lo que se supone que tengo que hacer es aburridísimo. Aparte que aquí estoy siempre, aburrida, sin que  nadie me visite ni me reconozca. Y eso que hago lo que se supone que tengo que hacer. Será mejor que haga lo que quiero hacer, aunque no sea lo que se supone, porque ¡¡qué porras!! Yo lo que quiero es ser feliz.

Así que Berto se subió a Lainoa, quien, de un gran salto salió de la charca y alcanzó los árboles que la separaban del bosque.

Y así Berto & Lainoa formaron un fantástico dúo, que hacía lo que no se suponía que tenían que hacer, ni una rana ni un escarabajo. Pero fueron todo un éxito, haciendo lo que les gustaba, compartiendo su experiencia con todos los demás insectos y animales del bosque y enseñando a todos los demás que, además de hacer lo que se supone, se pueden hacer muuuuuuchas otras cosas, y hacerlas super super bien.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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