Desempolvar el diccionario

En la segunda unidad del curso MOOC sobre Coeducación en Igualdad, hemos hablado sobre el lenguaje.



Las palabras. Esas que te hieren, que te marcan, que te ensalzan. Esas joyas que nos inundan y nos llenan. Maravillosas y terribles por igual.

Siempre me ha entusiasmado el lenguaje. Leo a diario con mis hijas y me encanta hacerles ver los juegos de palabras, el cómo una simple vocal o una consonante, al moverse, al cambiar, juguetea con las emociones y nos transforma.

Confieso que cuando escucho esto del lenguaje sexista me descoloca. Tan interiorizado tenemos el patriarcado que hemos pasado de puntillas sin darnos cuenta del daño que nos hacíamos nosotras mismas al utilizar ciertas palabras, al no reconocer otras.

Reconozco igualmente que a veces se me hace cuesta arriba esto del lenguaje inclusivo, y me llevo mis buenos tirones de orejas de la mano de mi compi en eCivis. Lo tengo tan interiorizado que mis dedos teclean muchas veces sin pensar.



Y qué decir de las maneras de hablar. Otra vez el poder de la palabra. Para ensalzar o para hundir. Seguro que muchas de nosotras tenemos marcada a fuego alguna frase, una de esas que nos dejó sin aire. Que al recordarla aún nos enciende, nos revuelve, nos alerta. Yo personalmente he atesorado algunas en pocos meses, y no sé si es porque ya estoy saliendo del letargo pero oyes, me han resultado machistas y fuera de lugar. Para los hombres, nenaza. Para las mujeres, chicazo. Las mujeres, impecables, lo del STEM es secundario, una moda pasajera. Para los hombres, imágenes de éxito emprendiendo en tecnología. Y sí, puede parecer sorprendente, pero he visto estas imágenes (otra forma de lenguaje), en campañas de difusión de instituciones públicas, que se supone que deben ser sumamente escrupulosas con estas cuestiones. Lo del aletargamiento, la anestesia, y demás para expresar que sí, que es una niebla densa, muy muy densa aún...

Habrá que poner el sol a tope, que brille y que la disipe. Porque es un coñazo pensar que lo cojonudo tiene que sonar a masculino. Que si ellos pueden ser azafatos, igual nosotras podríamos llegar a ser portavozas. Que si la RAE admite trávelin o postureo, pues torres más altas han caido (8 mujeres de 44 académicos/as, pues como que da que pensar en esto que todo influye...). Que se puede escribir ciudadanía, infancia, alumnado, personas... sin que el texto sea un coñazo, sino que, por el contrario, puede quedar cojonudo.

Así que nada, a seguir dando patadas al diccionario, a ver si así conseguimos desempolvarlo y darle lustre. Ya se sabe, "limpia, fija y da esplendor" (lema de la RAE, no del Don Limpio). Y ahí lo dejo.

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