Las redes sociales y su presencia en las empresas

Hace ya unas semanas mantuve a través de Skype una entrevista muy interesante con una investigadora de la UPV, con ocasión de su tesis doctoral. El tema versaba sobre la aplicación de las redes sociales en las empresas y organizaciones en general, su importancia y la proyección en el futuro.

Personalmente he comprobado que en todo este asunto del mundillo 2.0 le ponemos muchas más ganas que empeño, particularmente en las empresas, donde auspiciadas por este clima de desconfianza y desánimo que nos ha invadido con la crisis, cual kalima implacable, resulta casi imposible intentar hacer algo que se salga de la raya sin que suene a improductivo o desleal.



En concreto, la investigadora me preguntaba por el papel de las redes sociales en el día a día de las empresas, a todos los niveles: comercial, producción, recursos humanos... No cabe duda que habrá organizaciones que lo apliquen con gran éxito, que son generalmente esos ejemplos que vemos en los medios (2.0 o no), y hacen que se nos pongan los dientes largos. Pero seamos sinceros, en la mayoría de los casos, consultar Facebook, Twitter o Linkedin en tu tiempo de trabajo es un equivalente a "sacrilegio oh mortal". Porque aunque estés investigando un asunto sobre el que dudas en tu actividad profesional, o estás buscando la mejor manera de promocionar tu producto, lo normal es que si trabajas a nivel técnico y no estás en el mundo comercial, es bastante complicado que tus superiores entiendan lo que estás haciendo.

Yo no culpo de esto a los cuerpos directivos. Digamos que es una situación que nos hemos ganado a pulso, con esta picaresca tan nuestra, que terminamos por coger el brazo cuando solamente nos dan la mano, y luego pagan justos por pecadores. Y luego, por qué negarlo, porque esta situación de crisis y de cambio de modelo nos ha puesto a todos contra las cuerdas, y las empresas se han convertido en campos de batalla donde quien más quien menos lucha por mantenerse. Virgencita que me quede como estaba.

Y sí, sí, hablamos del intraemprendedor, de la innovación... Pero como ha dicho hoy un excelente ponente en una jornada de la que hablaré en otro blog, innovar es sufrir. Porque no siempre (casi nunca) se entiende. Y cuando se entiende, ya no es muy innovador que digamos.

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