... Y al final, nos ahogaremos juntos.
Todavía sigue apareciendo en los
medios de comunicación la escalofriante noticia de los inmigrantes fallecidos de sed en pleno desierto de Níger,
abandonados a una suerte, que por lo general, y por desgracia, no
suele ser muy buena.
Mi mente se resiste a profundizar en el
espanto y el horror que ha podido suponer esta situación, que se une
a tantas otras (Lampedusa, Melilla...)... Tantas ya, que en muchos
está haciendo demasiado callo y poca mella.
Este fin de semana he desayunado con
la noticia de que Interior está poniendo cuchillas en la valla de Melilla para frenar los intentos de escapada hacia un teórico mundo mejor. Me
sorprende que a estas alturas, con todos los muertos que llevamos ya,
con tan pocos resultados, con tan pocas expectativas, las soluciones
que se pretendan sean tan obtusas, tan escabrosas, tan
salvajes.
¿Realmente alguien es capaz de pensar
que las cuchillas, el desierto, el hacinamiento, la muerte... pueden
frenar los instintos de supervivencia del ser humano? ¿Es que no
hemos tenido ya una ración suficiente de muertos para pararnos a
pensar qué se puede hacer? Los que se suponen que piensan en estas
cosas se reúnen y reúnen, pero el aletargamiento mental les impide
ver más allá de sus poltronas y sus fronteras, y las decisiones que
se toman son vacías y sin contenido. No son soluciones. No sirven.
Empeoran la situación.
Ya no hay fronteras. No lo dice
Internet. No lo dice Obama y su espionaje (que no es el único, no
nos engañemos). Lo llevan diciendo desde hace años los millones de
personas que sucumben en la miseria provocada por el mundo
desarrollado (permitidme que lo ponga en duda), y que intentan
escapar de la pobredumbre de las que nos beneficiamos en los centros
de consumo. Sin mucho éxito.
No hay más fronteras que las que
ponemos nosotros con nuestra estrechez de miras, sin darnos cuenta
que cada cuchilla, cada alambrada, cada redada, no es más que una
piedra lanzada contra nosotros mismos. La crisis que padecemos ha
dejado bien claro que este modelo no es el ideal. No es ni siquiera un
modelo. Y los esfuerzos no deben ir encaminados a volver a como
estábamos antes, sino a mejorar la situación.
Porque mientras no coparticipemos todos
juntos del desarrollo equitativo y solidario del planeta, nada ni
nadie va a parar esta marea. Hasta que la ola sea tan grande que nos
ahogue a todos.
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