Resucitar las conciencias

Como suele ser habitual, hoy nos hemos enfrascado durante unos minutos en la tradicional conversación de cómo arreglar el mundo, típica de las reuniones familiares. Todo ha surgido a raíz de la noticia del "fichaje" de Rato en Telefónica, de cómo los bancos se han convertido en charcuterías, y, en fin, de la manida cosa de la crisis y la corrupción y el mamoneo, permítaseme tan basta expresión, como cuestiones colaterales estrechamente ligadas, al menos en la piel de toro.

Resulta típico en este país esto de poner a parir al prójimo en reuniones más o menos íntimas, o también en la barra de un bar. Anda que no hemos arreglado el mundo en comidas de empresa, cenas navideñas, quedadas de copas y demás actividades de confraternización social, muy habituales entre nosotros.

Es muy cómodo, ciertamente, recitar en público todo cuanto leemos en periódicos, blogs y redes sociales, para expresar nuestro hartazgo ante esta situación insostenible (y me pongo la primera de la fila en esta costumbre)... Para luego no hacer nada.

Porque en esta piel de toro estaremos descontentos sí, pero nos cuesta mucho desarraigarnos, soltar lastre y mostrar públicamente, todos a una y sin dimes y diretes sindicalistas, gremiales y demás, que estamos hasta las narices de la cacería de elefantes, del movimiento de fichas corruptas entre lo público y lo privado, de la devolución de favores que hacen del Padrino un chavalín de barrio, de las corruptelas que nos invaden nada más salir de casa.

Yo no sé por qué nos cuesta tanto. Puede ser por miedo a perder nuestro status, en algunos casos. Puede ser, en otros, porque en realidad nos miramos en el espejo de esos que se forran a nuestra costa y nos gustaría ser como ellos, uséase, vivir del cuento sin dar un palo al agua, al menos no un palo certero y útil socialmente, que se supone que es por lo que se les paga. Porque anda que no hay tropa por ahí suelta que está todo el día despotricando pero luego no hace nada, más que quejarse eso sí, pero sin querer perder prebendas, como puede ser el último cachivache tecnológico, los vicietes del día a día, y demás.

No voy a ser la que en este blog dé la solución para esta crisis, porque no creo que haya una sola, sino la conjunción de muchas y desde muchos frentes. Pero sí creo que esta crisis no es sólo por la corrupción, sino porque ha puesto de manifiesto una manera de entender la vida, esta de nuestra piel de toro, que no da más de sí. Y creo que es una llamada, más bien una orden imperiosa, al emprendimiento, al salir a la calle, a la revolución en el más amplio sentido de la palabra, ilustrando conciencias, recuperando la inteligencia y el querer-poder.

Que vale ya de mirarnos al ombligo y de arreglar al mundo delante de una mesa bien surtida de viandas. Que vale ya de llorar al prójimo para luego no privarse de nada. Que vale ya de querer seguir chupando del bote sin dar un palo al agua y encima pavonearse de ello, que en este país parece que el que no defrauda es el más tonto.

Hemos empezado en las redes sociales. Ahora hay que dar el salto a tierra, hay que cambiar el chip de todos nosotros para recuperar una conciencia social que sinceramente, creo que la tenemos más que aletargada.

A ver qué pasa en 2013.

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