Cegatos

Y de nuevo, el fútbol. Escribo estas líneas mientras mis peques duermen la siesta. La tele está encendida, y en su runrun escucho los berridos de la muchedumbre agolpada en Polonia, a pocas horas del enfrentamiento de la selección española con la italiana. Gente de toda condición y pelaje, con indumentaria cada una más estrambótica que la anterior, con cervecita en mano, cantando sin descanso por las calles de la que horas antes a buen seguro era una apacible ciudad polaca. Minutos antes, en el mismo espacio informativo, se planteaban mil preguntas en torno al ¿rescate? ¿línea de crédito? ¿préstamo? ¿regalo de los MerkelMagos?, sembrando la incógnita y la incertidumbre entre los ciudadanos. Parece increíble la capacidad de borrón y cuenta nueva que tenemos. Parece mentira que toda esta tropa tenga el estómago de dejarse una pasta para ir a perseguir a sus ídolos rojos a tomar por saco, con la que está cayendo. Parece mentira que, si la selección consigue ganar, las calles se inunden de aficionados. Cuando hoy, tras la noticia del ¿rescate? ¿línea de crédito? ¿préstamo? ¿regalito de los MerkelMagos?, parece que todo sigue igual, y que lo que toca es seguir con la bajada de pantalones sin saber muy bien hasta cuándo. No me vale que nos quejemos con la boca pequeña. Que despotriquemos del patrón, del banquero, del paro, de las condiciones laborales, de todo, en definitiva, si no tenemos los arrestos de echarnos a la calle para quejarnos, o, si no es el caso, de demostrar con otro tipo de acciones nuestro descontento. Y esa acción podía ser, por ejemplo, mandar a tomar por saco al fútbol y a toda su parafernalia, que no hacen sino embotijarnos y cegarnos, haciéndonos olvidar por unos instantes que somos marionetas en manos de unos pocos. Y la que nos espera... ¿Tenemos lo que nos merecemos?

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