Hasta pronto, Castro Urdiales

Cuando llegué por primera vez a tí, tu belleza me pareció una bofetada de insolencia e ironía. Era un día soleado y espléndido, que contrastaba con la oscuridad de mi corazón, todavía perplejo ante los últimos acontecimientos.

Llegué a tí como último recurso, en un esfuerzo desesperado por enterrar mi espejismo de felicidad y de hacer frente a la otrora realidad material de solventar los inconvenientes fiscales que este tipo de situaciones, generalmente, suelen acarrear.

El destino, o Aquel que convencida estoy guió mis pasos hacia la que era mi verdadera existencia, quiso que el piso objeto de mi visita estuviera aún de obras y tuvieran que enseñarme el de la otra mano. Cuando abrieron sus ventanas, y ofreciste a mis ojos el mar, tu puerto, tu iglesia de Santa María, supe que había llegado.

Confieso que los comienzos no fueron fáciles. Eran muchos los fantasmas aún por desterrar. Pero la placidez de tu clima, la sensación de anonimato y de vuelta a empezar terminaron de convencerme.

A partir de entonces, mi vida tomó otro rumbo, el que correspondía.  Y conocí a mis amigos, descubrí mis aficiones, conocí a mi marido y formé mi familia.

Hoy, con un nuevo miembro en camino para esta familia, y nuevos proyectos en la cartera, tengo que decirte hasta pronto. Vuelvo a mis tierras getxotarras, para conciliar mejor mi vida personal, profesional y familiar. Sin embargo, nunca podré olvidarte, y me traicionaría a mí misma si no acariciara muchas veces más la arena de tu playa.

Me voy con la sensación de haber roto miles de prejuicios. La de quienes se burlaron con socarronería porque decían que me iba a España, porque me iba a aburrir de atascos, porque iba a morir burocráticamente hablando en un marasmo de mafia municipal. No creo que seas más república bananera que muchos otros municipios del que va a ser mi nuevo entorno vital.

Los atascos padecidos han sido muchos, pero no más que los que he sufrido en Malmasín, o en Artaza.

La atención sanitaria, en mi caso, ha sido excelente. Me voy con pena de no completar mi embarazo de la mano de Arantza, mi matrona en el centro de salud de Cotolino II, estupenda profesional desde el punto de vista técnico y humano. Mi más sincero agradecimiento a Teresa Ugarte, mi médico de cabecera. Y a la pediatra de Leire. Gracias también a todo el personal del servicio de urgencias del Hospital de Laredo, una calidad humana que ya quisieran algunos en Osakidetza.

Todavía no me he ido del todo, y ya añoro la panadería Bizkarra, la cafetería Bristol, la farmacia roja del centro y las conversaciones interminables con su dueño, la parafarmacia donde entras a comprar una infusión y si te descuidas te han vendido la tienda entera.

Ya añoro tu paseo, tus rincones escondidos de calas y olas violentas, tu playa, los turistas. Leire echará en falta tus columpios, tus parques. Y mi marido, además, la proximidad con minas y canteras.

Me voy convencida, no hay duda que es una nueva etapa en mi trayectoria vital. Pero no tengas duda que volveremos a verte, muchas veces.

Muchas gracias por acogerme, y hasta pronto.

Comentarios

Fernando Manero ha dicho que…
Me encanta Castro Urdiales. Más de tres veces me he perdido en sus recovecos y en sus horizontes. Te comprendo, aunque volverás
Sonia ha dicho que…
Estoy segura de ella. Getxo también es bonito, pero en Castro he vivido cosas muy importantes, lo que sumado a su belleza, lo hacen imprescindible ya en mi vida.
Anónimo ha dicho que…
¡Chapó!

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