Un añito

Hoy hace un año que te tuve entre mis brazos, por primera vez. Unida aún a mí por el cordón umbilical, trepaste como una culebrita por mi panza aún prominente, y te enganchaste a mi teta como lo más normal del mundo.

Parece que fue hace nada; sin embargo, ya han pasado 365 días. Y, aunque parezca mentira, es como si hubieras estado siempre conmigo. Algo de eso hay, porque como dice Agus, la realidad es que siempre has estado conmigo, pero hacía falta su chispita para que vieras la luz, e iluminaras así nuestras vidas.

Confieso que este primer año no ha sido fácil, y sigo sin entender muchas de las cosas que pasan, como supongo que también te sucede a tí. Al principio fue un caos total, no estábamos preparados para un cambio tan brutal. Llegaste de repente y aunque te esperaba desde hacía 9 meses, ni por asomo podía imaginar que una cosa tan pequeñita pudiera absorber, absolutamente, todo mi tiempo. De repente dejé de ser Sonia, y me convertí en Soniamadre. Un título complementario a los muchos que lastro, y que porto con orgullo, aunque todavía creo que con bastante torpeza.

Durante estos doce meses hemos vivido muchas cosas. Algunos sustos ya nos has dado, como ese golpe en la cabeza contra la mesa de centro que revivimos todos los días cuando te vemos el chichón (espero que no te deje marca cuando seas mayor). También me he estrenado en esto de reñirte, y aunque a veces tengo que hacer esfuerzos para no reir viendo tu cara seria e inocente y tus manitas juntitas como reflexionando, compruebo con sorpresa que sabes perfectamente cuándo estoy de buenas y cuándo me sacas de quicio. Ahora estamos con los dientes, y es divertido ver tu sonrisa de duendecito con esos dientecillos asomando picaruelos, pero es duro ver cómo sufres sin poder hacer nada para aliviarte, más que darte todo nuestro cariño.

De este año conservamos un sinfín de fotos y vídeos, y muchos, muchos recuerdos: tus plasplasplas de aplausos espontáneos; tus gateos a toda velocidad; tus pucheritos cuando te asustas por nada; tus primeros pasos sujeta a cualquier cosa; tus bailes junto a mí, agarrada a mi pulgar; la parafernalia para entretenerte mientras comes; tu papapapa, nenenenene y mamamama, primeras palabras que nos llenan de ilusión; tus esfuerzos frustrados por articular palabra y hacerte entender, señalándolo todo acá y allá; tu alegría inmensa cuando te recogemos en la guardería; la placidez de tu sueño y tus sonrisas espontáneas. Y tantos y tantos otros.

Intuyo que ahora estamos a las puertas de una etapa aún más intensa, de nuevas habilidades, experiencias y conocimiento. Espero estar a la altura de este regalo tan fantástico que nos trajo Olentzero el año pasado.

Feliz cumpleaños, Leire.

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