Segundo encuentro de voluntariado de CEAR-Euskadi

Un año más, CEAR-Euskadi ha brindado a sus voluntarios la oportunidad del (re)encuentro y de la reflexión, cosa bastante importante en un mundo como este en el que habitamos, donde se vive tan rápido que no tienes tiempo casi ni de pararte a respirar.

En esta ocasión, Mundaka fue el centro de operaciones, y su albergue ha sido el escenario para las dinámicas, charlas, y demás actividades que han ocupado sábado y domingo. Lamentablemente, no puedo reportar cómo ha ido el fin de semana completo, ya que el cordón umbilical con mi peque no está cercenado del todo y aún hoy me cuesta horrores separarme de ella, de forma que tan sólo ha acudido a la sesión del domingo por la mañana, que se centraba sobre el proyecto ERANIA.

No voy a explayarme ahora sobre qué es ERANIA, diré únicamente que es un proyecto para la investigación y puesta en marcha de herramientas que favorezcan la convivencia entre diferentes culturas. Sin duda, es un proyecto muy interesante, cuyo desarrollo y planteamiento podría y debería dar la vuelta a las políticas públicas en materia de inmigración, para dejar de hacer esa distinción entre unos y otros, y hablar únicamente de convivencia entre personas. Porque, tal y como se ha dejado entrever en el debate suscitado durante el encuentro, la convivencia está empezando a dejar ser una cuestión de conflicto entre culturas, para convertirse en un problema endémico de nuestra sociedad. Nos referimos claro está a la falta de dicha convivencia, a ese individualismo recalcitrante que nos invade y nos llena de orgullo, a esos que nos decimos autóctonos. Así que cuando, gente con un conocimiento social que ya nos gustaría a muchos, arriba a nuestras costas, a nuestros aeropuertos, a nuestras fronteras en definitiva, con ilusión y ganas de enseñarnos todo lo que alguna vez dejamos atrás por esta globalización y este supuesto Estado del bienestar (permitidme que me ría un poco de este término...), pues vamos y empezamos a soltar argumentos a la defensiva, uno detrás de otro, sin dejar contra argumentar, por el terror absoluto que nos inspira el cambio, lo desconocido, la novedad.

El encuentro ha servido para poner sobre la mesa muchas iniciativas y reflexiones interesantes en aras de dicha multiculturalidad: la distinción dialéctica entre inmigrantes y autóctonos, o la vigencia de la Ley de Extranjería,  murallas cada día más altas que nos separan y que lejos de solucionar, complican más las cosas. Se han propuesto talleres de cocina multiculturales, días sin inmigrantes (no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que no lo tenemos...), o bancos del tiempo.

Y al final, cuando me paro a pensar sobre todas estas iniciativas tan innovadoras, pienso que no estaría mal proponerlas en mi barrio, donde no sé yo si vive algún extranjero. Porque no me saluda el vecino de arriba, ni el del piso de enfrente, ni qué decir de los del portal contiguo...

Lo dicho, que esto de la convivencia clama soluciones YA. A lo mejor así se construía un camino sólido para resolver muchos otros conflictos, y no sólo los interculturales.

Gracias a todas las personas que participasteis en el encuentro, siempre me enseñáis un montón y generáis en mí las ganas de continuar en este proyecto, para seguir aprendiendo de vosotros y vosotras.

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