La paradoja de la transparencia

De un tiempo a esta parte, venimos escuchando voces a favor de la transparencia, de la visualización y acceso a la información pública, de la participación en suma de la ciudadanía en los quehaceres públicos con la esperanza de que así, con la aportación de todos, los servicios administrativos mejoren en calidad y eficiencia. Algo en esta línea ya se ha avanzado, y así por ejemplo en Gobierno Vasco se han puesto en marcha iniciativas interesantes como OpenData o Irekia; sin contar con los innumerables blogs y entradas en Facebook, Twitter y demás redes, de esta y de otras administraciones, donde funcionarios y cargos públicos dan a conocer sus opiniones y los logros de sus áreas de trabajo, favoreciendo el intercambio de experiencias y opiniones.

Enriquecedor sin duda, y de gran interés para quienes como yo, disfrutan de su trabajo más allá de las ocho horas preceptivas, y bucean en las redes por el simple hecho de aprender, como una ciudadana más, ávida de conocimiento y de mejora continua, con independencia de la empresa tal o cual donde trabaje esas ocho horas. Porque aunque pueda parecer raro, hay gente con inquietudes, gente que disfruta con lo que hace y que quiere aprender, no por y para su empresa, sino para sí misma, como persona. Pero como suelo decir, esa es otra historia...

Siguiendo con el tema este de la transparencia, insisto que, como idea, me parece algo excelente, qué más queremos los ciudadanos de a pie, de cualquier condición, que una Administración eficiente y eficaz, con servicios que funcionan y que además se ajustan a nuestras necesidades. Y si podemos dar nuestra opinión y encima que sirva para algo, pues mejor que mejor.

El anteproyecto de ley de transparencia parece que va en esa línea, y aunque como suele pasar en la piel de toro, no termina de ser perfecta a la primera, sin duda representa un paso de indudable valor, cuyos resultados esperemos sean visibles a medio plazo.

En mi opinión, para que funcione esto de la transparencia y de la participación, hacen falta dos patas. Por un lado, que la ciudadanía realmente participe, sea consciente de esa transparencia, y "pinche" (en el buen sentido), para que aquello que no ve bien, lo haga saber. Y hace falta que sea consciente que lo puede hacer sin temor a represalias, o a malos entendidos. Supongo que para ello hace falta divulgación, comunicación, etc. Y ahí las redes sociales tienen un papel muy interesante, entendidas como una gran plaza donde todos y todas podemos hablar y expresar, libremente, nuestras opiniones y experiencias.

Y por otro lado, hace falta que la administración, en todos sus niveles, acepte con deportividad, si se me permite la expresión, lo que supone esa transparencia y esa participación. Y es que se alabará lo bueno, pero también se criticará o se dará a conocer lo malo, o lo mejorable, o lo menos bueno. Y que ello no debe tomarse como algo negativo, destructivo o desleal; es todo lo contrario. Porque si la Administración se dota de herramientas para que la gente participe, si su personal se expresa libremente en blogs, redes sociales y demás inventos, y después sólo se admite lo que se quiere oír, nos hacemos todos un flaco favor. Y esa plaza abierta y llena de conocimiento quedaría entonces viciada por la sospecha y el temor a una expresión libre y sin tapujos, desde el respeto y el afán de construir algo mejor.

Ojalá todos los avances por la transparencia cristalicen en una sociedad transparente y abierta, donde el intercambio de información sea constructivo, con ánimo de mejorar, y no para que los participantes queden bajo sospecha, y sin ganas de volver a participar, por si acaso.

Comentarios

t.garciaoviedo ha dicho que…
Yo también entiendo como tu el concepto de transparencia aplicada a la administración pública.

Está muy bien la Ley pero también hay que creerselo para poder llevarlo a cabo. Si se cree en ello, se podrán canalizar las crticas en aspectos de mejora.

Teresa

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