Héros anónimos en un mundo por conciliar

Hoy me gustaría dedicar unas líneas a esos seres anónimos, tan fuertes y frágiles al mismo tiempo, que son los abuelos y abuelas; esas personas que un día, de repente, cambiaron de título parental, y para nosotros los hijos adquirieron un rol si cabe aún más importante que el de padres, pues especialmente en estos momentos, no sólo cuidan de nosotros (no me pesa decirlo, les necesito anímicamente más que nunca... Además de por las croquetas de mi madre, claro, pero esa es otra historia), sino de nuestros pequeños tesoros, nuestros hijos.

En un mundo que se llena la boca de términos a todas luces vacíos de contenido en la práctica, como por ejemplo, se me ocurre, la conciliación laboral y familiar, contar con abuelos en plenitud de facultades es una auténtica suerte, y un soplo de sosiego para nosotros, padres primerizos del siglo XXI, expertos en feisbuk y demás 2.0, pero nulos totales a la hora de organizarnos en algo aparentemente tan sencillo como cambiar un pañal y poner la lavadora, al mismo tiempo y sin que nada ni nadie resulte dañado.

Creo que soy una privilegiada por tener a mis suegros y a mis padres, siempre dispuestos, con mil consejos que me traen a mal vivir, pero sin los que tampoco podría subsistir en mi incipiente maternidad (doy mucho la brasa). Me alivia escucharles por teléfono todas las mañanas, cuando me dan el parte de la peque: si ha dormido, si ha comido, mira qué cosas hace ya, espera que te la pongo al teléfono, ni se te ocurra que estoy currando... Y esas cositas tan ñoñas que se hacen cuando eres aita o ama reciente.

Por eso quisiera darles las gracias públicamente, desde todo lo público que puede ser este blog, rindiéndoles un humilde homenaje con estas líneas, por todo lo que día a día hacen por mi familia de a tres para que nuestra vida sea, todavía, más fácil.

Gracias.

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