...Hace falta jugar al fútbol

El pasado sábado Agus y yo participamos en la segunda sesión de las charlas de preparación al bautismo de nuestra hija Leire. Confieso que iba con pocas ganas; entre el sueño arrastrao, y la soporífera experiencia del primer encuentro, pues como que no motivaba mucho la cosa. Y encima con el tiempo tan estupendo que hacía... Pero la burocracia es la burocracia, que pesa incluso en tan divinos acontecimientos, así que ahí nos presentamos, con buen ánimo y dispuestos.

El monitor de la charla era un matrimonio de mediana edad, con cuya conversación me reafirmé en aquello de que las sociedades, en sus orígenes, eran matriarcados. Pues era ella la que supo encauzar adecuadamente el curso de la sesión, impidiendo que como en la primera, sólo guiada por el marido, se desviara por derroteros plagados de preguntas retóricas, silencios rotundos como respuestas y en suma, un aburrimiento supino para todos los allí presentes.

Entre los comentarios, uno de los asistentes señaló que él vivía la fe más de forma individual, que la vivencia en comunidad la sentía menos. Y la monitora tuvo la ocurrencia de comparar la vida cristiana con la afición al Athletic, que se vive y disfruta mucho más en el campo que en el sofá de casa. Todos nos quedamos de un aire en ese momento, sin saber muy bien cómo rebatir ese argumento, que tan adentro llevamos los que somos de Bilbao... o de las afueras.

Pero hete aquí que entre tanto sopor, Agus estuvo bastante lúcido, y expuso una brillante metáfora de la adoración rojiblanca, que flaca iba a quedar si se limitara, en un suponer, a cantar Athleticgorritazuria frente a un altar en medio de San Mamés, domingo sí, domingo también. Vamos, que para concitar afición, había que jugar al fútbol. Y si se jugaba bien, pues mejor. Pero eso es tema para otro post que no voy a ser yo quien lo escriba...

La comparación me pareció excelente. Y aunque la matriarca y el patriarca no creían necesario un marketing en esto de la fe, yo no lo veo tan claro. Porque con la mala prensa que se está currando últimamente la Iglesia (y mira que yo soy católica, pero es que se lee y oye cada cosa... que es que lo venden muy mal), no estaría de más bajar un poco más a la tierra, y vender en condiciones lo que de hecho se hace día a día por sacerdotes de a pie, en asuntos cercanos, realistas, que dejan ver a Jesús y sus enseñanzas (y subrayo lo de sus enseñanzas, que sorprenderían a más de un ateo). Porque son muchos los sacerdotes que diariamente nos sorprenden con sus actividades sociales (atención al inmigrante, cuidado de chavales con problemas en el colegio, atención a los parados, etc. etc.). Porque son muchos los sacerdotes (y hablo con conocimiento de causa) que tienen una amplitud de miras que muchos quisieran en el Gobierno de Zapatero, en cuestiones de lo más peregrinas. Pero estas tareas, tan importantes, quedan ocultas casi siempre por la sal gorda de la polémica, de las frases inoportunas, de las omisiones hipócritas, y de la manipulación interesada. Por otro lado, los que nos decimos comunidad tampoco nos vamos de rositas, porque no sé hasta qué punto estaríamos dispuestos a participar en esas actividades, con más o menos frecuencia. Son tantos los compromisos que supuestamente tenemos, y qué bien nos vienen para eludir otros más comprometidos...

En fin, que el marketing lo creo necesario. La Iglesia realiza una labor social importante donde se puede descubrir la vida en comunidad, renovar la fe, aprender la verdadera enseñanza de Jesús. Pero hoy por hoy, todo esto se vende muy pero que muy mal. Y encima, como bien dijo la matriarca, los cristianos de a pie no contagiamos nada. Casi casi ni estornudamos para que no se nos note. Así que luego, si tenemos que ir a un curso para que nos den un papelito que nos permita bautizar a la peque, prohibido quejarse. Y si no, a mojarse.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mi experiencia con los minerales. El desenlace.

II Encuentro de Bloggers de Getxo

A las ocho de la tarde