El sujetador de la discordia

Escucho con estupor en la televisión que en Somalia la emprenden a latigazos contra las mujeres que supuestamente llevan sujetador. Por lo visto se han inventado un nuevo perfil de agente policial, que tiene la sutil tarea de intuir en la vestimenta de las féminas la presencia de tal sugerente prenda. Actividad que se me antoja harto difícil en un país como Somalia, donde supongo que la indumentaria de las mujeres no será fresca seguramente, si es que han de seguir las estrictas reglas de estos grupos que dicen llamarse islámicos.

Contado desde otra perspectiva, podría dar pie a gruesos comentarios en plan película española de Pajares y Esteso, pero por desgracia parece ser que la realidad supera la ficción.

Desconozco los entresijos del Islam. Lo que, unido a la paranoia actual que se padece en el mundo supuestamente desarrollado en torno a todo lo que suene a turbante, mohamed y esas cosas, hace que sea un tanto escéptica en cuanto al alcance real de la noticia. Si bien supongo que desgraciadamente, algo de cierto tendrá.

La cuestión es que esta noticia me suscita muchas reflexiones. Porque más allá de la forma de entender y vivir (o malvivir) una religión, la verdad es que no hace falta irse muy lejos para comprobar cómo las mujeres padecemos situaciones que no por ridículas dejan de ser denigrantes y rocambolescas. Porque no hace demasiado se denunció a un empresario óptico por obligar a sus empleadas a llevar únicamente la bata blanca de toda la vida. Aquí, en España. O la ya conocida historia de un centro de salud donde se obligaba a las enfermeras a llevar falda. También, en España. Y qué decir de las noticias que llegan de Italia, de los despidos en medios de comunicación del Reino Unido para reemplazar viejas glorias por cuerpos lozanos (lo del cambio 1 de 40 por 2 de 20... pero sin el chiste). Y tantas y tantas otras historias, muchas para no dormir.

Yo no sé qué problema hay con la ropa que llevamos las mujeres. Y con tantas y tantas cosas que hacemos. Tal vez el tema de la igualdad hay que empezar a trabajarlo desde otra perspectiva, sin tanto Ministerio con frases elocuentes pero que no veo que cristalicen en nada tangible (salvo el gasto que conlleva), y sí con más actuaciones a pie de calle, para conseguir sensibilizar al personal. Que ya nos vale.

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