Registros Civiles en línea

Supongo que no soy la única que ha padecido la regresión al siglo XIX con ocasión de, por ejemplo, solicitar un libro de familia. Son innumerables los aspectos que nos recuerdan a esa época: la plumilla que dibuja, no escribe, nuestros datos con parsimonia pasmosa y delicada escritura en el libro que parece casi un cuadernillo de colegio de postguerra; la indolencia del funcionario de turno que nos repite aquello del "vuelva usted mañana" porque el juez se pasa los días impares; o la impaciencia, también del funcionario, cuando se le intenta explicar el caso concreto que te ha llevado a padecer una cierta espera...

Espero que todos estos males puedan empezar a superarse tras leer que se avanza satisfactoriamente en la incorporación al mundo digital de esta sección de la Justicia (Registros Civiles en línea). Aunque me queda el sinsabor de comprobar que el mayor retraso se padece en Euskadi, donde sólo salen puntos grises, esos que indican que el tema todavía está por empezar... Eso me recuerda que (ojalá esté equivocada), el entusiasmo por el mundo electrónico, digital, etc., etc., etc., no se siente como algo particularmente necesario por nuestras instituciones. Me refiero con ello a su funcionamiento interno, puesto que queda fuera de toda duda su interés por promover esta forma de interactuar social y económicamente entre la ciudadanía (subvenciones, campañas, etc. etc.). Vamos, que cuando se trata de mejorar a nivel interno (lo que no viene nada mal a la ciudadanía, dígase de paso), ahí parece que se da un paso atrás y se espera "a ver cómo lo hace el otro". No sé si este será el caso de los Registros Civiles del norte de la piel de toro (ojalá me equivoque otra vez).

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