La agenda de CEAR

Hoy he recibido en casa la agenda de CEAR. Era un obsequio que estaba descansando sobre alguna mesa de nuestra sede desde hacía ya bastante tiempo, pero que por razones de ídem nunca podía pasar a recoger.

Al llegar a casa he abierto el paquete y la he ojeado. Es una agenda en plan cuadernillo, con las consabidas citas al pie de cada día, de esas que hacen que te sientas mejor personas, y que decidas llenar las franjas horarias de ese pedacito de papel con buenos propósitos. Aunque luego casi siempre se líe la cosa y termine por entrar algún que otro borrón...

Como novedad, esta agenda introduce cada mes con una reflexión, que por lo poco que he visto parece que corresponde con personas que me resultan cercanas, gente corriente, que colabora o trabaja en Cear, o que de algún modo tiene contacto con ella y, sobre todo, una impresionante riqueza interior que, unida a una fuerte experiencia vital, les convierte en seres insustituibles.

Este post quiere reproducir un poema escrito por Raquel Celis, extraordinaria compañera de Cear, de la que he aprendido muchísimo y espero siga aprendiendo. Ya lo había oído antes, pero nunca hasta ahora había sabido que era obra suya. Impresionante:

HUIDA (RAQUEL CELIS)

No le digas, Ciudad, que volví a buscarles
cuando ya se han ido.
No me recuerdes, Ciudad, que me marché sin ellos.
Que crucé el Magreb, México, Alemania, Irán, Colombia.
Que doblé las fronteras de Afganistán, de Polonia, de Francia,
que atravesé el océano Atlántico, Pakistán, Sahara, Gibraltar.
No le digas, Ciudad, que encontré desnudo el lecho que un día
compartimos.
Que hallé tu cuna vacía,
tu taza de jengibre hace tiempo derramada,
el baúl de los cuentos que me leías de niña, de niño,
cuando éramos chicos.

No le digas
que levantaron un muro en ese rincón donde charlábamos
y que una sombra fría cubre la ceiba que plantaste.
No me recuerdes, Ciudad, que intenté llevarles conmigo
a Londres, Oxford, París, Estrasburgo, Nueva York, Miami,
Berlín, Munich, Limerick, Madrid, Oslo, Luxemburgo,
Bilbao.

No le digas, Ciudad, lo que he añorado tu luz adjetiva,
el aire que cruza ventanas sin fronteras,
las piernas desnudas, las calles deshabitadas,
las casas ajenas, las visitas inesperadas,
la yuca en la mesa, los plátanos fritos, el mate compartido,
tu charla en el autobús, en la plaza
en aquella esquina donde solíamos cruzarnos.
No me recuerdes, Ciudad, que nos persiguieron por el color de
tu pelo,
esa nariz pequeña, mi piel más clara, más oscura, distinta.
Por tu origen mestizo, sus raíces indígenas, el pasado criollo.
Por sentirnos budistas, musulmanes, católicos, hinduistas,
protestantes.
Por practicar tu religión, por negarme a practicarla.
Por ser mujer, por querer a otra mujer, por no querer
al hombre que me asignaron.
Por ser hombre y querer a otro hombre.
Por hablar del pueblo, con el pueblo, por defenderlo en la calle
por querer elegir a quienes mandan.
Por haber nacido al otro lado de la frontera
dibujada en este mapa que fue el mundo.
No les digas, Ciudad, que busqué los colores de tus estaciones
ciertas,
las pisadas sobre blanco,
las hojas verdes, marrones cuando las roba el viento
el amarillo.
Y encontré inviernos que no alivian mantas ni abrigos.
Dime Ciudad, que no eres un invento de estas tardes
en que armo bolígrafos bic como si fueran
poemas clandestinos.
En este piso en que apenas cabe la memoria,
hoy hay sitio para alguien que me escucha.
Sonríe al saber que robé versos a Raúl Rivero,
y llora si digo
que mordí el sabor
de sus palabras exiliadas.

Comentarios

a las pruebas me remito ha dicho que…
Uffs. qué agradables recuerdos me trae Raquel Celis y los tiempos que pasé en Cear ayudando a esas personitas que tanto nos necesitan.

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