La navidad
Ya falta poco, ya está ahí. Falta un mes para que sea Navidad. Las luces empiezan a adornar nuestras calles, oscuras como nunca antes lo estuvieron, que parece que este tiempo gris que azota el Cantábrico muestra de manera descarnada el frío de los tiempos que vivimos.
No se me caen los anillos si digo que me gusta la Navidad. Me gusta ver las luces, me gusta ver a los niños mirar alucinados a los Reyes Magos, al Olentzero, a Papá Noel, me gusta ver a mi madre adornar el árbol con ilusión, aunque ya no estemos en casa y no haya niños que se sorprendan de su color. Me gusta, sin más, es un tiempo especial.
Más allá de su contenido consumista, ese que ha inventado nuestra sociedad, la navidad es en mi opinión un tiempo estupendo para promover la unión entre culturas. Porque más allá de su significado histórico para el cristianismo, el trasfondo de la navidad, en su contenido más íntimo, puede ser algo que llegue a ser compartido no ya por todas las religiones, sino por cualquier persona.
En este sentido, creo que es un tiempo estupendo para impulsar actividades lúdicas y educativas entre los más pequeños, para poner en marcha espacios de acercamiento y de intercambio: compartir las fiestas especiales en las diferentes culturas y religiones, aprender cómo se vive la navidad en otros pueblos, intercambiar el conocimiento gastronómico. Por qué no.
Ahora que estamos en plena polémica sobre el sí o el no de los crucifijos en los colegios, tal vez haya que dar un paso más en la reflexión y llevar a cabo iniciativas reales de intercambio cultural (la religión forma parte también de las culturas, en mi opinión), para conocernos mejor, para entendernos mejor, para respetarnos más.
Porque la religión la vivimos cada uno en nuestra intimidad, pero tenemos mucho que podemos compartir con los demás, para romper muros, para superar prejuicios, para acercarnos, empezando por nosotros mismos, desde abajo.
P.D.- Y ya por pedir, estaría bien que no se limitara a la navidad, ¿no?
No se me caen los anillos si digo que me gusta la Navidad. Me gusta ver las luces, me gusta ver a los niños mirar alucinados a los Reyes Magos, al Olentzero, a Papá Noel, me gusta ver a mi madre adornar el árbol con ilusión, aunque ya no estemos en casa y no haya niños que se sorprendan de su color. Me gusta, sin más, es un tiempo especial.
Más allá de su contenido consumista, ese que ha inventado nuestra sociedad, la navidad es en mi opinión un tiempo estupendo para promover la unión entre culturas. Porque más allá de su significado histórico para el cristianismo, el trasfondo de la navidad, en su contenido más íntimo, puede ser algo que llegue a ser compartido no ya por todas las religiones, sino por cualquier persona.
En este sentido, creo que es un tiempo estupendo para impulsar actividades lúdicas y educativas entre los más pequeños, para poner en marcha espacios de acercamiento y de intercambio: compartir las fiestas especiales en las diferentes culturas y religiones, aprender cómo se vive la navidad en otros pueblos, intercambiar el conocimiento gastronómico. Por qué no.
Ahora que estamos en plena polémica sobre el sí o el no de los crucifijos en los colegios, tal vez haya que dar un paso más en la reflexión y llevar a cabo iniciativas reales de intercambio cultural (la religión forma parte también de las culturas, en mi opinión), para conocernos mejor, para entendernos mejor, para respetarnos más.
Porque la religión la vivimos cada uno en nuestra intimidad, pero tenemos mucho que podemos compartir con los demás, para romper muros, para superar prejuicios, para acercarnos, empezando por nosotros mismos, desde abajo.
P.D.- Y ya por pedir, estaría bien que no se limitara a la navidad, ¿no?
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