Vuelva usted mañana...

Por circunstancias que no vienen al caso, se produjo un error en la inscripción de nuestro reciente matrimonio en el Registro Civil. Tras iniciar el oportuno procedimiento de rectificación (y convencer a los funcionarios de turno de la naturaleza del error, un asunto básico de Primer Año de la carrera de Derecho) en el Registro Civil de nuestro lugar de residencia, contacto con el Registro donde se inscribió el matrimonio para interesarme por el estado del procedimiento, y me comunican que ya se ha resuelto y remitido para mi notificación al Registro del pueblo de residencia.

Así que espero un tiempo prudencial (entendiendo debidamente y en su contexto el sentido de “prudencial”, esto es, en la administración de justicia), y puesto que no tengo noticias, llamo al Registro de mi lugar de residencia para interesarme por el tema y saber si les ha llegado ya. La funcionaria, muy amable, toma nota del teléfono móvil y se compromete a llamarme tan pronto reciban la notificación.

De nuevo sigo esperando.

Y espero.

Y como sigo sin tener noticias, aprovechando un día de vacaciones me persono en este Registro (cerca de casa, menos mal), para interesarme, otra vez, por mi notificación. Y a la funcionaria se le ilumina la cara cuando tras contarle mi periplo (desde agosto, y estamos ya a finales de octubre), me ubica en su ¿montón? de papeles. Total, que paso a las oficinas del Registro, y siempre con mucha amabilidad, me prepara el escrito de notificación para remitir al Registro de inscripción, comentando entre tanto que claro, al no tener mi número de teléfono (?), no podía localizarme, y tenía mi notificación como urgente sin saber cómo hacérmela llegar (??). Bueno bueno, no pasa nada, digo yo un tanto confusa. Finalmente firmo la notificación y todo parece que va a seguir su curso. Aunque lo más curioso del asunto fue que antes de irme y reiterar la funcionaria su agradecimiento por haberme pasado por allí, hete aquí que descubre mi número de teléfono apuntado en un post-it pegadito en la pantalla de su ordenador. “Vaya”, dice ella, “un despiste”. Y sonríe levemente.

En fin, creo que no merece la pena comentar nada más. Aunque siempre me quedará la duda de qué hubiera pasado si no me hubiera acercado por allí. Porque hasta donde alcanzan mis neuronas, las notificaciones se suelen hacer por correo, o personándose el funcionario de turno en el domicilio. Hasta ahora nunca me habían dicho que fuera necesario facilitar un número de teléfono para que me pudieran notificar … Tal vez algún bloggero sepa de esto y me pueda aclarar algo. Yo sigo sin entenderlo…

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