Nada que decir

Hace ya varios días que estoy de secano blogero. La baja laboral, la recta final del embarazo, la atención continua de nuestra hija Leire y marujeos varios, hace que no sienta el impulso de expresar mis reflexiones, que aunque no lo parezca las tengo, con la palabra escrita.

Lo cierto es que mirando al mundo exterior, ya sea a través de las redes sociales, ya a través de los canales tradicionales de (des)comunicación, a una le entran ganas de seguir muda. Y si ya miramos directamente a la calle y vemos cómo funcionan algunos del rebaño, pues qué te voy a contar, que estoy mejor jugando a pintar con Leire y contando las pataditas de June.

Y es que me sigo sorprendiendo de nuestros políticos y su capacidad de no reacción, su soberano rostro para seguir mintiendo delante de nuestras narices, exprimiendo la teta más y más. Y nosotros tan campantes, comprando caretas de la Duquesa y alabando su generosidad por repartir champán a troche y moche en las calles de Sevilla, con ocasión de su bodacirco. Ya da pena que en otros países se celebre a los cuatro vientos sus premios Nobel, y aquí, la chaladura nacional de una ¿grande? de la piel de toro.

Es lamentable que con la que está cayendo, a muchos no se les caiga la cara de vergüenza y sigan buscando el dinero fácil, holgazaneando en cualquier esquina y chupando de la teta del amigo, del vecino o de quien pillen por banda. Para después tener la hipocresía de despacharse a gusto, con un buen gin tonic obsequio de la casa, of course, contra los inmigrantes que se parten el cobre por trabajar decentemente.

Resulta triste que en medio de esta crisis de todo lo que puede ser objeto de ella, muchos sigan eludiendo compromisos y responsabilidades, echando balones fuera y dejando la vida pasar, a ver si con un poco de suerte no salpica demasiado la mierda y se puede seguir a flote.

Vamos, que no tengo mucho que decir más que nada porque quitando la vestimenta de la crisis que padecemos, y los esfuerzos de todos los que impulsaron el movimiento del 15M, más o menos los españolitos seguimos igual: miramos, callamos, y seguimos tirando p'lante, sin que se nos oiga demasiado, porsiaca.

Pero bueno, tampoco me hagáis mucho caso que tengo las hormonas revolucionadas con esto del embarazo...

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